El principito | Antoine de Saint-Exupéry [Opinión] (Reto Lector 2019: Enero)
“Un libro de menos de cien páginas”, es la consigna del mes pasado para el reto lector 2019 y aunque hice un poco de trampa con este libro (tiene 117 páginas esta edición) se puede decir que cumplí con el primer libro del reto.
“El
principito” de Antoine de Saint-Exupéry es de los libros más conocidos del
planeta, es ley que te lo dejan leer en la escuela por lo menos una vez en la
vida, aunque conmigo, eso nunca pasó.
Así que
esta fue la primera vez que me leí El Principito. A estas alturas yo no tenía
ni idea de que trataba este libro, tan solo tenía una vaga idea de que su autor
era un piloto francés de las fuerzas armadas y nada más, también sabía que es
un libro infantil que gusta a muchos adultos, que sale un zorro que se hace
amigo del principito y nada más.
Creo que
con este libro he tenido una experiencia bastante extraña pues me hizo recordar
una época de mi vida, en realidad a una persona en especifico, a mi Principito.
Un
Principito que sufrió el mismo destino que el de Antoine y tuvo que regresar a
su planeta, aunque de una forma un poco más horrorosa que con una simple
mordida de serpiente. Así que en esta entrada no les contaré de qué trata este
libro (que en realidad en ninguna entrada hablo de que trata el libro), en esta
entrada les contare la historia de mi Principito.
Su nombre
era Ronin, un nombre bastante épico si me permiten la expresión. Lo conocí
cuando él tenía unos 4 años y yo tal vez 17 o un poco más. Íbamos a la misma
iglesia (hasta hace unos 5 o 6 años yo iba todos los domingos a la iglesia como
buen hijo cristiano). En la iglesia a veces ayudaba en los grupos de niños, ahí
fue cuando lo vi por primera vez, recuerdo que tenía el cabello largo y claro
(igual que el Principito de Antoine), era un niño bastante grande para su edad,
aparentaba unos 6 o 7 años pero en realidad tenía 4, la gente lo miraba como un
niño que “se hacía el bebé” pese a ser “mayor”, hasta que se enteraban que en
realidad si era un bebé.
Ronin
empezó a tener cierto apego hacia mi y yo hacia él, le gustaba que le leyera y
que dibujara con él. Lo veía solamente los domingos pero eso era suficiente
para mi, le tenía mucho afecto y al parecer él a mi.
Pasó el
tiempo y Ronin y yo crecíamos, dejamos de vernos un tiempo pero después
volvíamos a vernos, así cada domingo, no estábamos juntos todo el tiempo pero
siempre nos buscábamos por lo menos para saludarnos, pese a haber unos 12 años
de diferencia en nuestras edades, éramos buenos amigos.
Después de
un tiempo yo deje de ir a la iglesia por lo tanto deje de ver a Ronin, yo
seguía recordandolo con mucho cariño y el a mi, pues a veces un amigo que era
familiar de Ronin me mandaba saludos de su parte, pese a ser un niño pequeño
(unos 6 o 7 años ya) me seguía recordando. Yo no sé a qué edad empiezan los
recuerdos de los demás, pero los míos empieza a los 5 o 6 años, así que para mi
era bastante curioso que el me siguiese recordando.
Un dia,
despues de varios meses sin vernos, estaba yo en el metrobús de la ciudad y
recibí una llamada de mi hermana: -Recuerdas a Ronin? Me pregunto la voz al
otro lado – Por supuesto- Contesté, seguramente ella no sabía que Ronin y yo
habíamos sido muy buenos amigos. – Pues él y su familia (madre, abuelo y
hermana) sufrieron un accidente de auto y murieron ayer.
Esa misma
noche fui al funeral, cuatro féretros cerrados estaban en un gran salón. Se
decía que se habían calcinado instantáneamente, pues la camioneta en la que
iban estaba incendiada, la esposa del abuelo sufrió un tortuoso proceso lleno
de mentiras, sobornos y retrasos para que le entregasen los cuerpos que
aparentemente estaban irreconocibles.
Mi
Principito había regresado a su planeta.
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